El pasado jueves 19 de octubre y de la mano del Dr. Francisco Javier Schlatter Navarro arrancamos en el Foro MS con una ponencia cuya huella será imborrable y de efecto amplificador, como bien deja ver su título.
El perdón es algo natural y trascendente, es un regalo para compartir, no es un tema de inteligencia emocional, es una realidad, algo que se trae aprendido, se tiene interiorizado. El perdón nunca quita nada, sino que aporta. Tiene una profundidad, una riqueza tal que quien lo da se transforma y la persona que lo recibe pasa a ser dignificada con ese perdón. Es una manifestación del cariño, del amor. «Porque te quiero te perdono y voy a tener la necesidad de que me perdones.» El perdón lo necesitamos a diario y es propio de la persona que reconoce sus limitaciones. Cuanto más se hace un regalo, te das de alguna manera y te sientes mejor. Además, las personas que perdonan tienen mejor sistema inmunitario, duermen mejor, tienen mayor esperanza de vida…
La escritora Hannah Arendt afirmaba que para poder vivir en sociedad eran necesarias dos «alas», la de la confianza y la del perdón, concibiendo el perdón como una «necesidad» propia de la interacción en comunidad, que posibilita el respeto y la confianza entre los seres humanos y que permite remediar los actos que causaron un daño.
Cuando se produce la ofensa, la reacción emocional ante el daño puede ser de dolor. Se suele hacer identificación entre ofensa y ofensor. Lo cual hace que te vuelvas a fijar en lo que te ha pasado. Cada vez que te miras en ese bucle (ver foto correspondiente) hace que estemos en una «libertad condicionada», favoreciendo la aparición de emociones tóxicas alrededor del perdón como la venganza, el resentimiento y el remordimiento. Para evitar intoxicarme hay que hacer algo y, como en el ordenador «vaciar papelera». Y aquí viene la buena noticia: el perdón es la salida de este bucle, liberando a la persona ofensora y a la ofendida.
Asimismo, el perdón no viaja solo: cuanto más comprensivos, más grande el «filtro» para poder perdonar. De lo contrario se tendrá más dificultad para disculpar. Asimismo, a las personas poco compasivas consigo mismas, autoexigentes…, les cuesta más perdonar y pedir perdón.
El perdón nace de la libertad y libera. Mandela vivió 27 años encerrado en la cárcel, aunque no en el resentimiento. Citando sus palabras cuando salió: «Cuando estabas en prisión eras libre, ahora que eres libre no te conviertas en tu prisionero». Viktor Frankl decía que «Siempre hay un hueco para la libertad», en el caso del perdón también. Querer perdonar te hace digno.
El perdón empieza con una decisión. En el proceso del perdón hay que:
1.º Valorar los daños: «No puedo mirar para otro lado.» A partir de ahí se puede construir.
2.º Separación emocional de entrada: «Tú eres una buena persona que me ha hecho mal.»
3.º El proceso más costoso: «Tú eres más grande que el mal que me has hecho». Renuncio a la venganza, al resentimiento, etc. Como eres una persona digna te perdono.
Se trata de un cambio de energía negativa a positiva, es un esfuerzo que puede ser descomunal. A partir de ahí puedo abrazar a esa persona y restablecer la relación.
El perdón es más para compartir que para conceder. Tiene que ver con el amor. En palabras del Cardenal Ratzinger: «El perdón cuesta algo sobre todo al que perdona, tiene que superar el daño recibido, como cauterizarlo dentro de sí y con ello renovarse a sí mismo, de modo que luego ese proceso de transformación, de purificación interior, alcance también al otro, al culpable, y así, ambos, sufriendo hasta el fondo el mal y superándolo, salgan renovados.»
Toda relación humana lleva a la identificación. La identificación es necesaria para perdonar. El niño que ha crecido sintiéndose comprendido y amado, de mayor perdonará más fácilmente.
Implicaciones prácticas:
– Cuanto antes se perdone, mejor. Luego tiene que cicatrizar la herida («necesito tiempo»). Todo se simplifica mucho si no se da pie a que las emociones simples (el enfado, la ira…) se conviertan en emociones complejas (resentimiento, etc.). Si pienso que el perdón es un regalo: ¡a abrirlo cuanto antes!
– Confía: dar el primer paso entraña riesgo, ahora bien, es clave.
Características de pedir perdón:
1.º Empatizar contigo en tu emoción («entiendo que estés así»…)
2.º Pedir perdón: «Voy a intentar no hacerlo más. No vengo a defenderme sino a pedir perdón.»
3.º «¿Necesitas algo?» Se puede pedir algo para que no vuelva a pasar. Si la herida es muy profunda: «Tú decides qué va a ser de esto de ahora en adelante.» Quien perdona marca los tiempos.
Cuanto más profunda la herida, más tarda en sanar. Pero se está en camino, en la dirección correcta. Como el perdón, gratuito, es un proceso que lleva tiempo, es casi más importante la actitud de querer perdonar. Pero se estará en camino, en la dirección correcta.
Para concluir, solo podemos darle las gracias de corazón al doctor Schlatter por el inmenso regalo que han supuesto su presencia y sus palabras.